Celebraban la Navidad enamorados
con los cincuenta en última juventud.
Pasearon por Madrid de la mano
y acabaron desayunando los dos
unas galletas Cuétara carísimas
mojadas en chocolate del mejor.
Se rieron mordiendo una galleta.
Ella le dio a él.
Él a ella le dio.
Compartían galletas que comieran
siendo niños dulcísimos los dos.
Aquello, pensaron, era el amor:
un desayuno Cuétara con azúcar
en un hotel Hilton del montón.
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Compra aquí tus galletas
y Cuétara crecerá:
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